El valor de la lengua materna
Para aprender un segundo idioma, primero hay que
saber bien la lengua materna. Este principio ya se ha enunciado en
reiteradas oportunidades en esta misma columna; sin embargo, hay
personas que aún preguntan al respecto. Por ello, vale la pena redundar
en el análisis y reflexión sobre este tema, más aún si se tiene en
cuenta que estamos en tiempos de cambio.
Después del
la revolución de 1952, se buscó “castellanizar” a los indígenas. Y si
bien ellos mismos pedían aprender en la lengua de Cervantes, no deseaban
que sea a expensas de su lengua materna. La nueva política lingüística y
cultural dio lugar a un fenómeno de aculturación. Además, a los
miembros de este sector se les enseñó de forma vertical e irracional,
prohibiéndoles hablar su lengua materna en el aula.
Los docentes de entonces aplicaron en las escuelas del campo la
“castellanización” sin ninguna preparación ni base técnica. Todos ellos
eran gente sin formación pedagógica, eran maestros interinos e
improvisados. En aquellos tiempos se desconocía el método de enseñanza
de otras lenguas. Tampoco después, en los 70, se hicieron mejoras al
respecto. Para las autoridades de turno, cualquier letrado era
suficiente para impulsar el proceso de “civilización”. Percepción que
incluso se mantiene hasta hoy en diversos círculos. De hecho, la
coerción era el método de los profesores improvisados, quienes pensaban
que “la letra entra con sangre” y con palmetazos en las palmas de las
manos de los niños indígenas. Hoy, mucha gente puede dar testimonio de
estos hechos. Otros fueron castigados con humillaciones por hablar su
lengua materna en el aula; por ejemplos los obligaban a ir de una
esquina a otra saltando con un solo pie y alzando una piedra con las
manos.
Con ese método sólo se logró formar varias
generaciones que ahora hablan mal el castellano. Gente que, a raíz de la
frustración, siente resentimiento, apatía y odio contra sus supuestos
verdugos. Sentimientos propios de los pueblos largamente dominados por
el colonialismo. A este fenómeno Baptista Gumucio lo denomina “la
ataraxia indígena”. Un difícil periodo de espera antes que pase la
tormenta o la epidemia; que afortunadamente ya pasó, el Pacha Kuti ya
está aquí.
Sin embargo, aún falta emprender un
verdadero cambio cultural. Un cambio verdadero supone la deposición de
toda intransigencia para llegar a la armonización de contrarios. Seguro
que algunos dirán: “pero si eso es indígena”. Claro, es la hora de
volver a los modelos indígenas.
Pero para que ello
ocurra hace falta una educación intercultural y bilingüe. Esto supone
reconocer y dar voz y carta de ciudadanía a las lenguas nacionales
discriminadas; dar valor a los conocimientos indígenas subestimados por
el colonialismo. Esto significa devolverles su propia voz. Sólo a partir
de su lengua y cultura maternas una persona puede ser creativa. La
“castellanización” ha bloqueado el debido aprendizaje del castellano y
el manejo digno de su propio idioma; y peor aún, ha anulado su
creatividad con la imposición de un código extraño, con la coerción de
su lengua materna y la reducción a categoría de supersticiones de su
cultura.
Para recuperar las culturas indígenas se
necesitan docentes formados, con alta conciencia nacional y libres de
prejuicios. Un profesor de idiomas tiene que saber hablar y escribir la
lengua del alumno. Porque la lengua castellana y las indígenas responden
a estructuras gramaticales radicalmente distintas, a diferentes
tipologías lingüísticas, a sistemas filológicos y culturales distintos.
Fuente:http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/valor-lengua-materna_0_1828617122.html
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